Cómo luciría un Estados Unidos sin migrantes

Cómo luciría un Estados Unidos sin migrantes

Los esfuerzos del gobierno de Trump por reducir la población nacida en el extranjero se notan en hospitales, ligas de fútbol y las calles principales de todo el país, y muestran indicios de lo que está por venir.

Una calle de la ciudad por la noche, oscura a excepción de las luces de dos negocios y los faros de un coche.
La población nacida en el extranjero en Estados Unidos alcanzó un nuevo máximo en 2024. La inmigración ha cambiado lugares como Marshalltown, Iowa, donde se hablan unos 50 dialectos de distintos idiomas en las escuelas públicas.Credit…KC McGinnis para The New York Times

En todo Estados Unidos falta alguien.

Un año después de que el presidente Donald Trump tomara medidas enérgicas contra la inmigración, las empresas de construcción de Luisiana se esfuerzan por encontrar carpinteros. Los hospitales de Virginia Occidental se han quedado sin médicos y enfermeras que pensaban venir del extranjero. Una liga de fútbol de barrio de Memphis no puede formar suficientes equipos porque los niños migrantes han dejado de presentarse.

Estados Unidos está cerrando sus puertas al mundo, sellando la frontera, angostando las vías legales de entrada y enviando a los recién llegados y a los residentes de larga data a las salidas.

Las tasas de las visas se han disparado, las admisiones de refugiados son casi nulas y las de estudiantes internacionales han descendido. El desmantelamiento de los estatus legales temporales concedidos bajo el gobierno de Joe Biden ha hecho que cientos de miles de personas más sean vulnerables a ser expulsados en cualquier momento. El gobierno afirma que ya ha expulsado a más de 600.000 personas.

 

La reducción de la población nacida en el extranjero no se producirá de la noche a la mañana. Oxford Economics calcula que la inmigración neta asciende a unas 450.000 personas al año con las políticas actuales. Esta cifra está muy por debajo de los dos o tres millones anuales que llegaron durante el gobierno de Biden. El porcentaje de la población del país nacida en el extranjero alcanzó el 14,8 por ciento en 2024, un máximo que no se había visto desde 1890.

Pero los funcionarios de la Casa Blanca han dejado claro que aspiran a algo más parecido al cierre de la inmigración de la década de 1920, cuando el Congreso, en la cresta de una oleada de nativismo que duró décadas, prohibió la entrada de personas de la mitad del mundo y redujo la inmigración neta a cero. El porcentaje de población nacida en el extranjero tocó fondo en 1970 con un 4,7 por ciento. Stephen Miller, uno de los principales asesores de Trump, ha ensalzado esas décadas de baja inmigración como la última vez que Estados Unidos fue “una superpotencia mundial indiscutible”.

Independientemente de que las restricciones restauren algo de lo que Miller considera un idilio de mediados de siglo, no cabe duda de que se avecinan grandes cambios. La inmigración se ha entramado tan estrechamente en el tejido del país —en las aulas y los pabellones de hospital, los parques urbanos y los espacios para conciertos, las salas de juntas de las empresas y las plantas de las fábricas— que amurallar ahora la nación alterará profundamente la vida cotidiana de millones de estadounidenses.

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Personas sentadas en filas de bancos, entre las que una mujer de rojo sostiene a un bebé. En la pared junto a ellas hay dos vidrieras y dos pinturas de Jesús.
Los feligreses celebran la Misa de Nochebuena en la iglesia católica de Santa María de Marshalltown, donde el 19 por ciento de la población ha nacido en el extranjero.Credit…KC McGinnis para The New York Times

Las tiendas de comestibles y las iglesias están más silenciosas en los barrios de migrantes. Menos estudiantes asisten a clases en Los Ángeles y Nueva York. En el sur de Florida, Billo’s Caracas Boys, una orquesta venezolana, ofrece un concierto navideño anual al que acuden generaciones de familias para bailar salsas y pasodobles. Este año, la orquesta anunció en el último momento que cancelaba el espectáculo porque mucha gente está nerviosa por salir de casa.

 

Los cambios también se dejarán sentir a cientos de kilómetros de cualquier océano o frontera nacional, incluso en las calles nevadas de Marshalltown, Iowa, una ciudad de 28.000 habitantes a una hora en coche al noreste de Des Moines.

Los primeros mexicanos, algunos indocumentados, llegaron a Marshalltown en la década de 1990 para trabajar en la planta procesadora de carne de cerdo. Después de una sonada redada de inmigración en 2006, llegaron refugiados con una situación legal más sólida procedentes de Birmania, Haití y la República Democrática del Congo.

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Primer plano de una mano que sostiene un himnario en español encuadernado en cuero rojo.
Los migrantes mexicanos llegaron a Marshalltown en la década de 1990 para trabajar en la planta procesadora de carne de cerdo. Les siguieron refugiados de Birmania, Haití y la República Democrática del Congo.Credit…KC McGinnis para The New York Times

Ahora, restaurantes mexicanos, chinos y vietnamitas salpican las manzanas que rodean el grandioso palacio de justicia del siglo XIX. El 19 por ciento de la población es extranjera y en las escuelas públicas se hablan unos 50 dialectos de distintos idiomas. Los domingos se llenan los bancos de la misa en español de la iglesia católica local y, en 2021, una sociedad religiosa birmana construyó una imponente estatua de Buda en las afueras de la ciudad.

“Hay más energía en la comunidad”, dijo Michael Ladehoff, alcalde electo de Marshalltown. “Si te quedas estancado y no llega gente nueva a tu comunidad, empiezas a envejecer”.

 

Pero ahora que las medidas de mano dura del presidente Trump contra la inmigración han ganado fuerza, los festivales locales cuentan con menos asistentes. Los padres sacan a sus hijos de la escuela cuando se enteran de que hay personas detenidas. El supervisor a cargo de la construcción del estadio deportivo de un bachillerato recibió una carta de deportación, lo que provocó una llamativa ausencia mientras terminaban las obras. La fábrica de carne de cerdo ha dejado marchar a sus empleados cuando caducan sus permisos de trabajo.

La inseguridad de cada migrante se extiende a la comunidad en general. Sergii Fedko y su esposa, Tetiana, llegaron a Marshalltown en 2023 junto con otras cinco familias ucranianas en virtud de un programa de inmigración temporal para su país devastado por la guerra.

Sergii, ingeniero de centrales eléctricas en Ucrania, fue contratado rápidamente en un estudio de arquitectura local como diseñador y dibujante. Tetiana trabaja en una guardería, donde es muy querida por los niños bajo su cargo. Sus tres hijos están inscritos en escuelas; el mayor destaca en fútbol y natación. Han comprado dos coches y una casa que necesita reparaciones.

Las nuevas políticas de inmigración han debilitado su punto de apoyo en Estados Unidos. Solicitaron una prórroga mucho antes de que finalizara su permiso temporal de dos años, pero la Casa Blanca interrumpió la tramitación y cambió las normas. A medida que pasaban las semanas y no recibían respuesta, se pusieron nerviosos y decidieron solicitar también asilo. A mediados de diciembre, Fedko recibió la notificación de que su solicitud de prórroga había sido aprobada, pero que requeriría el pago de una nueva tasa de 1000 dólares. La solicitud de su esposa sigue en el limbo.

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Tetiana y Sergii Fedko están sentados en un banco delante de un árbol de Navidad. Su hijo menor está sentado en el regazo de Sergii, y dos hijos más grandes están sentados con las piernas cruzadas en el suelo delante.
Tetiana y Sergii Fedko llegaron a Marshalltown en 2023 junto con otras cinco familias ucranianas. Sus tres hijos están matriculados en la escuela y han comprado una casa que necesita reparaciones.Credit…KC McGinnis para The New York Times

Si Tetiana pierde su permiso de trabajo, se sumará a la grave escasez de cuidadores infantiles que está dificultando a los padres estadounidenses ir a trabajar. La gerente de Sergii, Heidi Hogan, ha hecho todo lo posible por ayudarlo. Sus razones no son totalmente desinteresadas; no hay muchos dibujantes cualificados en la zona.

 

“Si no puede quedarse con nosotros”, dijo Hogan, “me va a costar encontrar a otro”.

Aún no está claro qué significarán estos cambios para Estados Unidos. Pero una época pasada de represión de la inmigración contiene algunas lecciones.

Durante el primer siglo del país, la inmigración no tuvo prácticamente restricciones a nivel federal. Esto empezó a cambiar a finales del siglo XIX, con la “gran oleada” de migrantes que huían de la opresión política o buscaban trabajo. A partir de la década de 1870 y durante las décadas siguientes, el Congreso prohibió la entrada a criminales, anarquistas, indigentes y a todos los trabajadores chinos.

A principios del siglo XX, el sentimiento antinmigración estaba muy extendido. El abogado y eugenista Madison Grant escribió en su libro de 1916, The Passing of the Great Race, que los países extranjeros se estaban aprovechando de la apertura de Estados Unidos y descargaban ahí “la basura de sus cárceles y manicomios” y que “todo el tono de la vida estadounidense, social, moral y política, ha sido rebajado y vulgarizado por ellos”.

Grant fue consultado como experto cuando el Congreso empezó a elaborar la Ley de Inmigración de 1924, que, junto con la legislación complementaria, prohibía casi toda la inmigración procedente de Asia, creaba la Patrulla Fronteriza estadounidense y establecía cuotas de países del este y el sur de Europa. La inmigración neta —que tiene en cuenta tanto a las personas que se van como a las que entran— cayó en picada.

 

El lenguaje actual hace eco de aquella época. El presidente Trump caracteriza a las personas de Somalia, Haití y Afganistán como procedentes de “agujeros infernales” y acusa a otros países de “vaciar sus prisiones y sus instituciones mentales en los Estados Unidos de América”.

El debate más amplio de la década de 1920 también resultaría familiar a los oídos contemporáneos: temores sobre la delincuencia; ansiedad por el descenso de las tasas de fertilidad de los nacidos en el país; sospechas sobre la política de los recién llegados; esperanzas de que las restricciones significaran salarios más altos para los trabajadores nacidos en Estados Unidos, y disputas sobre la asimilación.

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Un pequeño barco lleno de gente, algunos de pie y otros sentados. Al fondo, los edificios de Ellis Island.
Un bote que zarpó de Ellis Island en la década de 1920 transportaba a personas rechazadas para entrar en Estados Unidos. Eran llevados a barcos que partían hacia sus países de origen.Credit…Bettman Archive, vía Getty Images

En la actualidad, algunos partidarios de detener la inmigración —entre ellos el vicepresidente JD Vance— argumentan que ayudaría al país a absorber a quienes ya estaban aquí, disminuiría la competencia por bienes escasos como la vivienda y reforzaría las oportunidades de empleo para los jóvenes que habían abandonado la población activa. Reihan Salam, presidente del conservador Manhattan Institute, escribió en su libro de 2018, Melting Pot or Civil War?, que una población numerosa y en constante crecimiento de migrantes poco cualificados, muchos de los cuales viven en enclaves étnicos de clase trabajadora, corre el riesgo de crear una “subclase permanente”.

Las pruebas sobre el efecto de las restricciones de la década de 1920 sobre la asimilación son dispares. Algunos investigadores han descubierto que, sin recién llegados de sus países de origen, era más probable que los migrantes se casaran con ciudadanos nacidos en Estados Unidos y menos probable que vivieran en barrios étnicamente homogéneos. Otros estudios sugieren que las políticas destinadas a forzar la asimilación resultaron contraproducentes, pues reforzaron la determinación de mantener las identidades étnicas.

 

En cualquier caso, los efectos de aquel periodo siguen resonando. Melissa Marinaro, que dirige el Programa Italoamericano del Centro de Historia Heinz en Pittsburgh, dijo que cuando las personas que huían de Italia en los años cercanos a la Segunda Guerra Mundial no podían reunirse con sus familiares en Estados Unidos, se iban a Australia o Canadá.

“Cien años después, todavía tenemos familias italoamericanas separadas de sus familias más amplias”, dijo.

Las restricciones aprobadas en la década de 1920 rigieron la inmigración estadounidense hasta que la competencia internacional en la Guerra Fría, el movimiento por los derechos civiles y un cambio en la postura de los sindicatos llevaron al fin de las cuotas de país de origen en 1965.

Immigrants Make Up as Much of America as Ever

Before President Trump took office, the share of the population that was born outside the U.S. matched a historic high from 1890.

% foreign born

Source: U.S. Census Bureau, Decennial Census. The American Community Survey is used for 2010 onward.

By The New York Times

[Esta gráfica muestra que antes de que el presidente Trump asumiera el cargo, la proporción de la población nacida fuera de Estados Unidos igualaba un máximo histórico de 1890. La gráfica señala que el número de habitantes nacidos en el extranjero comenzó a reducirse en 1924, cuando se instauró una ley que restringía la migración, pero esta cifra comenzó a subir después de 1965, cuando otra ley facilitó la migración, y alcanzó el máximo de 14,8 por ciento después de 2020].

Aunque los efectos de las restricciones a la inmigración de 1924 son difíciles de desligar de otros acontecimientos —guerras, avances tecnológicos, el baby boom—, los salarios aumentaron para los trabajadores nacidos en Estados Unidos en los lugares afectados por las restricciones a la inmigración. Pero solo brevemente. Los empresarios evitaron pagar más al contratar a trabajadores de México y Canadá, países no sujetos a los topes de inmigración; los trabajadores nacidos en Estados Unidos de pueblos pequeños emigraron a zonas urbanas y aliviaron la escasez. Las granjas recurrieron a la automatización para sustituir la mano de obra que faltaba. La industria minera del carbón, impulsada por migrantes a los que ahora se prohibía la entrada, se redujo.

¿Y hoy? Los salarios de la construcción han aumentado, aunque la construcción de viviendas ha sido lenta, un posible indicio de que las expulsiones en un sector con gran densidad de migrantes están haciendo subir los salarios. El sindicato que representa a los trabajadores de la industria procesadora de carne de cerdo también ve un lado positivo, aunque se oponga a las deportaciones y haya conseguido aumentos salariales después del aumento de la inmigración durante el gobierno del presidente Biden.

“Sin duda plantearé en la mesa de negociación que la forma de resolver la escasez de mano de obra es pagar más dinero”, dijo Mark Lauritsen, jefe de la división de envasado de carne de la Unión Internacional de Trabajadores de la Industria de Alimentos y del Comercio.

Lo mismo ocurre en el paisajismo. Las cuadrillas de migrantes que trabajan al aire libre son un blanco fácil de deportación durante el verano. Cuando llegue la primavera, dijo Kim Hartmann, ejecutiva de una empresa de jardinería del área de Chicago, la mano de obra podría reducirse entre un 10 y un 20 por ciento.

“Va a ser mucho más competitivo encontrar a alguien que ha sido capataz o supervisor y tiene años de experiencia”, dijo Hartmann. “Sabemos que eso encarece los costos”.

Pero hay límites a lo que los clientes pagarán por los arbustos decorativos, y pueden optar por prescindir de ellos. Un estudio de 2022 examinó la expulsión de decenas de miles de mexicanos de Estados Unidos a principios de la década de 1930. En contra de la intención de la política, el desempleo aumentó y los salarios se redujeron para los trabajadores nacidos en el país, posiblemente porque los sectores que dependían de la mano de obra migrante —agricultura, construcción y manufactura— sufrieron tanto que se contrajeron.

La lección del último periodo de intensa restricción es que los empresarios disponen de una serie de medios para adaptarse, dijo Leah Boustan, profesora de economía de Yale que estudia la historia de la inmigración.

“El menú está formado por otras fuentes de mano de obra y maquinaria”, dijo. “No es obvio que vayas a elegir al tipo de tu calle en relación con estas alternativas”.

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Una mujer con chaqueta médica oscura sujeta un estetoscopio en el pecho de un hombre con camiseta verde que está sentado en una silla.
Shelly Pack, enfermera practicante del Centro de Salud Bluestone de Princeton, Virginia Occidental, examinando a un paciente. Casi una quinta parte de los puestos de enfermería de Virginia Occidental están actualmente vacantes.Credit…Adrees Latif/Reuters

Hoy en día, esas opciones se han ampliado. Las empresas pueden externalizar puestos de trabajo a otros países. La inteligencia artificial está sustituyendo algunos tipos de trabajo, y otros países, como Japón, han demostrado las posibilidades de la robótica. Pero muchos servicios siguen requiriendo humanos, en persona.

“Si eres obstetra y atiendes un parto en el momento, necesitas manos que se pongan sobre el paciente”, dijo David Goldberg, vicepresidente de Vandalia Health, una red de hospitales y consultorios médicos de Virginia Occidental. “No es lo mismo que un banquero o alguien que crea código”.

Casi una quinta parte de los puestos de enfermería están actualmente vacantes en Virginia Occidental —un estado que tiene una población más grande de edad, más enferma y más pobre que la mayoría—, y se enfrenta a una grave escasez de médicos en los próximos años. La respuesta ha sido mirar al extranjero. Un tercio de los médicos de Virginia Occidental se licenciaron en facultades de medicina en el extranjero. Ahora esa opción se está reduciendo.

“Perdimos a dos cardiólogos porque les preocupaba que no les concedieran la visa y, si la conseguían, que no pudieran quedarse aquí permanentemente”, dijo Goldberg. “Se fueron a otra parte”.

Del mismo modo, nadie ha descubierto cómo cosechar cultivos delicados con máquinas. Durante la década de 1970, que tuvo baja inmigración, algunos cultivos, como el cebollín, desaparecieron de las estanterías o se importaron en su lugar.

“No va a saltar de la tierra a un paquete sin que las manos de alguien intervengan en algún punto del camino”, dijo Luke Brubaker, quien dirige una granja lechera con sus hijos y un nieto en Pensilvania. Para ordeñar a las vacas, alimentarlas y ayudar a parir a los terneros, cuenta con más de una decena de trabajadores nacidos en el extranjero, la mayoría mexicanos. No es optimista respecto a la posibilidad de sustituirlos.

“Puedes poner un anuncio en el periódico”, dijo. “Quizá tengas a una persona nacida en Estados Unidos que solicite ese trabajo si necesitas a 10. Y eso es un quizá”.

Por ahora, Brubaker aún puede encontrar personal. La oleada de migrantes que entraron en Estados Unidos bajo la presidencia de Biden —más de ocho millones de personas— significa que todavía hay disponibles muchos trabajadores nacidos en el extranjero.

Esa oleada contribuyó a crear una reacción antimigrante, que exacerbó temores sobre la delincuencia y el empleo. También molestó a los migrantes que sentían que se habían enfrentado a mayores barreras que los recién llegados de lugares como Venezuela.

“La población mexicana sintió que no era justo”, dijo Alfonso Medina, quien es propietario de La Carreta, un restaurante tex-mex de Marshalltown fundado por su padre, migrante mexicano, en 2000. “Imagínate que llevas aquí 20 o 30 años contribuyendo. Y de repente llega este gobierno y empieza a dejar entrar a la gente de inmediato con un permiso. Se sintieron traicionados”.

En 2024, se decantaron por Trump.

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Dan Simpson, con traje azul marino y camisa azul claro, está apoyado en un arco de ladrillo en un restaurante vacío.
Dan Simpson, director ejecutivo de Taziki’s, una cadena de restaurantes mediterráneos de comida rápida e informal, dijo que había perdido lavaplatos y cocineros, así como gerentes y subdirectores, desde principios de año.Credit…William DeShazer para The New York Times

Dan Simpson, director ejecutivo de Taziki’s, una cadena de restaurantes mediterráneos de comida rápida informal con sede en el sureste del país, lleva perdiendo empleados desde principios de año. No se trataba solo de friegaplatos y cocineros, sino también de gerentes y ayudantes de gerencia, que habían llegado a Estados Unidos con grados educativos superiores.

Aunque le preocupa el efecto en su propio negocio, cree que el daño podría ser mucho peor.

“Si miras hacia atrás, el mayor problema es que estamos empañando la marca de Estados Unidos”, dijo Simpson. Incluso si Estados Unidos se abre de nuevo, dijo, “vamos a necesitar una campaña para fijar la idea de que Estados Unidos no es la tierra de las oportunidades”.

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Vista desde arriba de un trabajador con uniforme azul y sombrero preparando un gyro.
Una empleada de Taziki’s preparando un gyro de pollo. Simpson dijo que, aunque le preocupaban los efectos de la política de inmigración en su negocio, “el mayor problema es que estamos empañando la marca de Estados Unidos”.Credit…William DeShazer para The New York Times

Los estudiantes internacionales pagan matrículas completas que ayudan a financiar nuevos programas y costos básicos en muchas universidades estadounidenses. Como las matrículas internacionales han disminuido, muchas universidades se enfrentan a problemas presupuestarios.

Casi la mitad de los migrantes que llegaron legalmente a Estados Unidos entre 2018 y 2022 tenían estudios universitarios, según el Instituto de Política Migratoria, un laboratorio de ideas no partidista. Los migrantes tienen muchas más probabilidades que los ciudadanos estadounidenses de crear empresas; casi la mitad de las empresas de la lista Fortune 500 de este año fueron fundadas por migrantes o hijos de migrantes.

Varios estudios han constatado un descenso en el número de patentes concedidas por inventos estadounidenses después de las leyes de inmigración de la década de 1920.

 

“Tienes una economía más pequeña, menos dinámica y menos diversificada”, dijo Exequiel Hernandez, profesor de la Wharton School de la Universidad de Pensilvania.

A principios de 2025, Rayan Sadri estaba recaudando fondos para su empresa de inteligencia artificial. En junio, el gobierno de Trump prohibió la entrada a todos los ciudadanos de una lista de países musulmanes y de otras naciones, entre ellos Irán, de donde es originario Sadri. Radicado en Montreal y sin poder viajar por Estados Unidos, ya no podía reunirse fácilmente con posibles inversores y clientes. Trasladar la empresa a San Francisco, como a él le hubiera gustado, no iba a ser posible. Entre otros factores, la prohibición frenó el impulso de la joven empresa.

“Para las empresas emergentes, todo se trata del impulso”, dijo Sadri, quien ahora va a trabajar para otra empresa tecnológica en Canadá.

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Luisa Ortega, vestida con una camisa roja oscura de manga larga y pantalones negros, sostiene un ramito de flores blancas en una mano mientras se inclina cerca de una cesta de flores.
Luisa Ortega lleva organizando rodeos y actos de música popular al estilo mexicano desde 2012 en Marshalltown.Credit…KC McGinnis para The New York Times

No es solo Silicon Valley. Pequeñas empresas de todo el país han sido creadas por y para migrantes, y han sido acogidas por una comunidad más amplia. En Marshalltown, Luisa Ortega lleva organizando rodeos y actuaciones de música popular al estilo mexicano desde 2012. En los últimos años, también han empezado a acudir residentes blancos. “Les gusta el espectáculo que dura todo el día, quieren poder ir y bailar”, dijo.

A largo plazo, la escasa inmigración chocará con una tendencia inexorable: una población que envejece y necesita cuidados justo cuando hay menos trabajadores disponibles para prestarlos.

La mitad de las personas que trabajan en Sinai Residences, una residencia de ancianos de Boca Ratón, Florida, son migrantes. Rachel Blumberg, la directora ejecutiva, ya ha tenido que notificar a 38 trabajadores de Cuba, Haití y Venezuela que tendrán que marcharse porque el gobierno de Trump puso fin al estatus legal de sus países. Esto supone el 9 por ciento de su plantilla.

“Fue como un funeral que no acabaría nunca”, dijo, en referencia a esas conversaciones. “Son mis mejores empleados”.

Rachel Blumberg, con una chaqueta azul claro sobre un vestido azul, habla con una mujer con uniforme oscuro mientras otras personas uniformadas permanecen cerca.
Rachel Blumberg, directora ejecutiva de Sinai Residences, una residencia de ancianos de Boca Ratón, Florida, dijo que la mitad de las personas que trabajan allí son migrantes.Credit…Saul Martinez para The New York Times

Las zonas rurales y las ciudades postindustriales llevan mucho tiempo luchando contra el éxodo de los jóvenes y las crecientes necesidades de los residentes de más edad que se quedan atrás. Muchos de estos lugares han apostado su futuro por los migrantes.

El condado de Lancaster, en Pensilvania, más famoso por una comunidad que se ha negado a asimilarse —los amish—, con los años también se ha convertido en sede de un mercado global. Personas de Birmania llenan ahora los bancos de una iglesia menonita fundada en el siglo XVIII. Decenas de refugiados congoleños trabajan en centros de distribución locales. La capital del condado, Lancaster, tiene dos restaurantes nepaleses. El reasentamiento de refugiados, desde hace tiempo una misión de los menonitas locales, se ha convertido en un elemento central de la estrategia de crecimiento de Lancaster.

A diferencia de la mayoría de los condados de Pensilvania, “las cifras de Lancaster están creciendo”, dijo Heather Valudes, presidenta de la Cámara de Comercio de Lancaster. “Pero eso se debe simplemente a los migrantes”.

Vista del interior de un restaurante, con trozos de tela de colores brillantes colgados de una cuerda cerca del techo. Dos personas están sentadas en una mesa en un rincón.
Norbu es uno de los dos restaurantes nepaleses de Lancaster, Pensilvania. El reasentamiento de refugiados se ha convertido en un elemento central del crecimiento de la ciudad.Credit…Rachel Wisniewski para The New York Times

Ahmed Ahmed, de 31 años, llegó a Lancaster cuando tenía 3. Sus padres, refugiados de Chad, trabajaban como auxiliares de enfermería certificados y cuidaban de ancianos de Lancaster; Ahmed llegó a ser gerente de un hotel local y concejal de la ciudad.

Ahora supervisa a algunos de los migrantes que vinieron después de él, incluidos varios refugiados cubanos que trabajaban en el hotel. Este verano se enteraron de que sus permisos de trabajo temporales habían caducado. Los trabajadores haitianos de la planta avícola recibieron la misma noticia, al igual que los empleados ucranianos del Walmart.

Ahora están atrapados en el limbo. La economía está cerrada para ellos, pero no pueden volver a casa: Estados Unidos ni siquiera permite vuelos comerciales a Haití. Excluidos de la fuerza de trabajo formal, algunos probablemente se trasladarán a ciudades más grandes y buscarán trabajos por debajo de la mesa, repartiendo comida o limpiando casas.

Ahmed Ahmed, vestido con una americana gris a cuadros sobre un jersey y una camisa azules, está de pie frente a una barandilla. Detrás hay una bandera estadounidense.
Ahmed Ahmed, de 31 años, llegó a Lancaster con 3 años, hijo de refugiados de Chad, y ahora es concejal.Credit…Rachel Wisniewski para The New York Times

Ahmed no estaba seguro de qué había sido de los cubanos con los que trabajó. Está preocupado por ellos, y también por lo que pueda depararle a su ciudad adoptiva.

“Este es solo el primer año”, dijo. “¿Cuál es el futuro?”.

Ben Casselman colaboró con la reportería.

Lydia DePillis reporta sobre la economía estadounidense. Es periodista desde 2009, y le puedes escribir a lydia.depillis@nytimes.com.

Campbell Robertson reporta para el Times sobre Delaware, el Distrito de Columbia, Kentucky, Maryland, Ohio, Pensilvania y Virginia.