Armada de EEUU apuesta a la tecnología ante amenaza china
Alarmada por la creciente amenaza que representa China, la Armada de Estados Unidos está produciendo barcos autónomos, con ojos electrónicos que vigilan las fuerzas enemigas en el vasto océano Pacífico, que amplían el alcance de su poder de fuego y mantienen a sus marinos fuera de peligro.
La Armada acelera la producción de estas naves autónomas para no quedar rezagada ante el poderío naval chino, decidida a no repetir costosos fiascos de años recientes en la construcción de barcos.
Los cuatro barcos autónomos más grandes están siendo usados en maniobras navales multinacionales en el océano Pacífico.
También se despliegan naves autónomas más pequeñas en la 5ta Flota, frente a las costas del Medio Oriente.
El objetivo es ver cómo se pueden combinar los radares y sensores de estas naves con la inteligencia artificial, e integrar todo esto a los cruceros, destructores, submarinos y portaaviones tradicionales, para crear una nueva flota que se pueda desplegar en espacios más amplios y sea más difícil de destruir para el enemigo, según la Armada.
“Hay que aprovechar la tecnología. Todo toma tiempo”, dijo Jeremiah Daley, comandante de la División Uno de la unidad de naves de superficie no tripuladas de California.
La Armada estima que la tecnología puede ayudar en tres áreas clave –el alcance de las armas, la exploración y comando y control–, a un costo más bajo y sin exponer al personal, de acuerdo con James Holmes, profesor de la Escuela de Guerra Naval de Newport (Rhode Island).
Agregó, no obstante, que hay que comprobar todos estos beneficios, lo mismo que la durabilidad de estas naves en aguas saladas.
“Hay que asegurarse de que toda esta tecnología funciona. Sin duda será útil, pero no está claro hasta qué punto revolucionará todo”, dijo Holmes, quien no habla en nombre de la Armada.
Antes de seguir adelante, la Armada debe primero convencer a un Congreso escéptico tras una serie de pasos en falso.
Sus naves de desplazamiento rápido por litorales marítimos tuvieron problemas de propulsión y fueron retiradas tempranamente. El “Sistema de Armas Avanzado” de su destructor stealth dejó de usarse porque las municiones eran demasiado costosas. Y en su portaviones más nuevo hubo problemas con los elevadores y con un sistema nuevo de despegue de aviones.
Algunos dicen que le Armada se apresuró a incorporar demasiada tecnología nueva en esas naves, con un alto costo y registrando fallas.
“No podemos tirar todos los recursos (a los barcos autónomos) con todos los problemas que tuvimos los últimos 20 años”, sostuvo la representante demócrata Elaine Luria, quien es una oficial retirada de la Armada.
La Fuerza de Tareas de Naves Sin Tripulación de la Armada adoptó un nuevo enfoque, empleando el equivalente militar a un modelo de inversiones de capital de riesgo solo con tecnologías que se ha comprobado funcionan, de acuerdo con Michael Stewart, el director de esa fuerza.
Mientras se prueban barcos grandes en el Pacífico, ya se registraron resultados prometedores con los ensayos de naves más pequeñas en Bahréin, según el portavoz de la 5ta Flota Thimothy Hawkins.
Uno de los barcos que más interés genera es el Saildrone, un velero con sistemas que funcionan con energía solar. Están equipados con radares y cámaras y se dice que estas naves pueden operar en forma autónoma por meses, sin necesidad de reabastecimientos ni de mantenimiento.
La Armada se propone desplegar 100 barcos sin tripulantes a mediados del año que viene.
El Almirante Mike Gilday, jefe de operaciones navales, calcula que habrá una combinación de 150 barcos sin tripulación, incluidos submarinos, para el 2045, y más de 350 naves convencionales.
La principal ventaja de los barcos que funcionan sin tripulación es que son mucho más baratos que los convencionales, indicó Loren Thompson, analista de temas militares del Instituto Lexington.
Estados Unidos ya está rezagado respecto a China en la cantidad de barcos de guerra y la brecha aumenta con cada año que pasa. Pero el Congreso no tiene afán por reducir esa brecha, de acuerdo con Bryan Clark, analista del Instituto Hudson. “El Congreso quiere que haya un buen plan primero y después ponerlo en vigor rápidamente”, manifestó.
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Sharp informó desde Portland (Maine). Jennifer McDermott colaboró desde Providence, Rhode Island.